El pasado 24 de enero nuestro
amigo y compañero, Juan Manuel Salceda Olivares, mejor conocido como el chamancito recibió de La Cátedra Jorge Alonso un
reconocimiento por la tesis doctoral que escribió hace un par de años. El chamancito es fundador (1994) de la
Casa del Estudiante “V. I. Lenin”, de Morelia, Michoacán, colaborador del
Centro de Estudios Científicos y Sociales “Rector Eli de Gortari”, e impulsor del proyecto Multiversidad de la Vida de Michoacán. Participa en el espacio de
reflexión en la acción El Espejo de la
Escuela y en los talleres de compartencia que la Multiversidad referida va
construyendo. Es miembro de la Comunidad/colonia Ecológica “Jardines de la
Mintzita” (Morelia, Mich.) y camina firmemente hacia la desprofesionalización,
negando sus títulos escolares de Licenciado y Maestro en Historia y Doctor en
Antropología. Por esas y algunas razones más, queremos compartir las palabras
que pronunció él y Jorge Alonso Sánchez en el acto de entrega del mencionado reconocimiento:
Buenas
tardes a todos/as,
Espero
no ser impertinente y/o imprudente, ustedes disculparan si lo llego a hacer.
Quiero
agradecer el reconocimiento que hacen al trabajo que redactamos hace un tiempo;
lo agradezco y lo celebro porque es poco común encontrar en los hombres y las
mujeres de ciencia la sensibilidad y la humildad necesarias para reconocerse en
y con el mundo, alejando de sus corazones la poderosa tentación y pretensión de
colocarse por encima de él. Digo esto porque, en mi humilde opinión, el
reconocimiento es para todos/as aquellos/as que de un modo u otro lo hicieron
posible, desde Doña Luz, aquella ama de casa, quien después de haber vivido un
largo espejismo modernizante de llegar a “tener dinero” y “ser alguien en la
vida”, vio tocado tan hondamente su corazón por la insurrección oaxaqueña de
2006, que hoy su lucha por la vida ya no pasa por las máscaras y por la falsa
promesa de que algún día será, sino por los caminos de las resistencias que se
tejen y se construyen a diario, en muchos lugares del planeta; desde Itandehui,
aquella maestra de piel morena y estatura baja que igualmente vio sacudida su
vida por aquel terremoto social, y que desde entonces se niega a participar
como “maestra” y decide andar con otras mujeres un esfuerzo de deconstrucción del
ser moderno que las aprisiona y les carcome sus cuerpos, para ver nacer una Mujer Nueva; hasta aquel académico que
pregona a los cuatro vientos que después del 2006 “ya no somos los mismos”,
aunque sus prácticas cotidianas poco o ninguna novedad denoten; hasta aquellos
que, desde alguna vanguardia, creen y siguen convencidos de que fueron los
artífices de aquella insurrección y, en consecuencia, los poseedores del
presente y futuro de la misma.
El
reconocimiento, creo yo, es para
todos/as ellos/as, lo mismo que para todos/as aquellos/as que de otras maneras
se vieron implicados/as e hicieron posible la construcción de la reflexión en
cuestión. Desde Jorge Alonso y Rafael Sandoval hasta mis padres, familiares y
amigos/as que de una manera u otra me constituyen como un nudo de relaciones
sociales.
Desde
la experiencia del Doctorado hasta la que ahora andamos en la comunidad/colonia
ecológica “Jardines de la Mintzita”, en los márgenes de la ciudad de Don José
Ma. Morelos y Pavón, el tema de LA CIENCIA y de los que a ella se dedican me ha
hecho mucho ruido. El malestar con ella viene de mucho más atrás, no voy a
platicarles la historia ahora, pero si deseo compartir que al conocer la
noticia del reconocimiento a la tesis el ruido se intensificó. Todavía hace unas
semanas presencié una intensa, emotiva y desbordante discusión en torno al
asunto; ella la protagonizaron, por un lado un Doctor en Economía e Historia y,
por el otro, un comunero p’urhepecha ex –obrero. Mientras éste último planteaba
que no era válido escribir y publicar sobre los otros/as sin estar involucrado,
aquel, el Doctor, sostenía que era perfectamente válido y necesario, de lo
contrario nuestra civilización se vería inmersa en un lamentable estancamiento;
tal situación me remontó a una confrontación similar que viví en la Escuela de
Historia de la UMSNH. En aquella ocasión, y referente a mi tema de
investigación, los académicos sostenían que era demeritorio y nada recomendable
que alguien realizara su tesis sobre un tema en el cual estuviese involucrado.
Sostenía que la distancia epistemológica era la base del conocimiento
científico. Tal situación me incomodaba mucho, sin llegar aún a clarificar por
qué.
Creo
que allí está uno de los grandes problemas de lo que llamamos CIENCIA y “hacer ciencia”. Podemos descalificar la
postura planteada por aquel comunero p’urhépecha y calificarlo de
fundamentalista y demás, pero no podemos negar que tal afirmación expresa
un malestar cada vez más extendido; una
malestar que, al mismo tiempo, denuncia y encara una realidad que desde el otro
lado se menosprecia o se desprecia explícitamente. LA CIENCIA y los que a ella
se dedican se han separado radicalmente del mundo y le imponen a este otro
mundo, uno de concreto, de peste, de devastación y de muerte; uno de jerarquías
y de cosificaciones múltiples. En fin, a la gente que se ha puesto en
movimiento le molesta cada vez más que los investigadores lleguen, los
estudien, ¿para qué? Para que éstos, los académicos o aprendices de ese oficio,
sigan gozando de sus economías de salarios, prestaciones y privilegios
materiales y simbólicos, mientras a los estudiados se les niega el derecho a
pensar-se y el derecho a acceder a los múltiples pensamientos de los/as
otros/as; no sólo se les niega eso, también se les impone el pensamiento de
esos investigadores como lo que dice “LA CIENCIA” (y lo que dicen los expertos
en ella).
Por
eso felicito a la Cátedra Jorge Alonso por estas premiaciones, pues, insisto,
no es al “investigador”, al menos no en mi caso, sino a los pueblos, a las
comunidades, a los colectivos, a los espacios organizativos y a las personas
que hicieron la posible la construcción de una reflexión, mejor dicho, una
(auto) reflexión, o que al menos por esos caminos se dirige. Y, en ese sentido,
me parece que es un esperanzador paso de la Cátedra, pues, según las propias
palabras de Jorge Alonso, ésta se propone,
buscar las potencialidades horizontales de creación
entre todos. Estamos por una ciencia que se oponga a ese asentarse y hablar
desde lo alto, de dictar qué es lo que se debe decir y hacer, para bajarse a
ras de suelo y deambular inquiriendo con los de abajo cómo entender y actuar un
mundo incluyente que vayamos forjando día a día. De esta manera esta cátedra
intenta abrirse a esas irreverentes y muy productivas formas de conocer.
Gracias.
Juan Manuel Salceda Olivares,
Chamancito
El chamancito, Jorge Alonso y Guillermo Díaz
(La Jornada Jalisco)
Con esta premiación damos el
segundo paso en los compromisos de la cátedra correspondientes a 2012. Una de
las razones para impulsar esta cátedra fue precisamente reconocer una
investigación indispensable, pero que, por sus características, no suele
estimularse en la rutina del medio académico. Se trata de impulsar esa
investigación alternativa que está indagando las resistencias al capitalismo y
las búsquedas y ensayos para configurar
una sociedad cuya convivencia muestre la posibilidad de una emancipación de la
explotación, la dominación, la marginación y la discriminación. La cátedra prevé un premio. Pero el jurado,
después de examinar una buena cantidad de tesis de excelente calidad, decidió
otorgar un premio y además hacer una
mención honorífica.
La tesis premiada la escribió
Guillermo Díaz, quien originalmente fue contador, luego se inclinó por la
filosofía, después incursionó en política, planeación y gestión pública, y
finalmente realizó un doctorado en ciencias sociales. En el ITESO este
doctorado lleva el nombre de Estudios científico-sociales. Guillermo es
profesor investigador en el Centro de Investigación y formación social de esa
universidad jesuita. Ahí da clases y seminarios sobre desarrollo alternativo,
economía solidaria, construcción de ciudadanía y educación popular. También
participa en organizaciones civiles jaliscienses en las que pone en práctica
sus conocimientos. Su tesis se encuentra en estos momentos en proceso de
impresión como libro.
La tesis versó sobre las
economías solidarias latinoamericanas como construcción de alternativas de
resistencia y liberación desde abajo. Realizó un estudio comparado combinando
casos micro y macro en México, Argentina, Brasil y Bolivia en la última década
del siglo XX y la primera del XXI. Destaca lo germinal de una economía
realizable que se encuentra dentro de una dinámica global y que se va
construyendo desde abajo. Constata cómo existen diversas experiencias que, impulsadas
por la búsqueda de una economía solidaria, se constituyen en formas de
resistencia, liberación y alternativas para trabajadores, campesinos,
pobladores e indígenas. Estos colectivos van creando una economía que se aleja
de las reglas de la ganancia y se acercan a las necesidades y valores humanos.
Esta investigación realizó la comparación de tres casos: tres mexicanos (uno
indígena en Oaxaca, uno campesino en Querétaro y otro de trabajadores con
autogestión en Jalisco) y tres sudamericanos (uno indígena en Bolivia, uno
campesino en Brasil y otro de trabajadores con autogestión en Argentina).
Realizó un recorrido ida y vuelta entre lo micro y lo macro. Para esto último
vio las tendencias solidarias en la región latinoamericana. Descubrió una
economía embrionaria, incursionó en la significación de la solidaridad, y hurgó
las relaciones de género en este tipo de economía donde el papel de las mujeres
es fundamental. Descubrió algo que apenas inicia, y por lo tanto vio que no se
trataba de experiencias perfectas libres de limitaciones. Adentrándose en sus
virtudes y contradicciones, encontró ensayos que se desarrollan caóticamente,
con ambigüedades, pero con elementos opuestos
a lo inhumano y depredador de la lógica capitalista. Es encomiable el tratamiento complejo que
realiza el autor lo cual le permite detectar que no hay una, sino muchas
economías solidarias donde la economía entra en un proceso de ser domada por medio de dinámicas no capitalistas.
La tesis con mención honorífica
la escribió Juan Manuel Salceda cuyo perfil vital es paradigmáticamente
alternativo. La primaria la estudió en el poblado michoacano Los Hucuares donde
también hizo la telesecundaria. Se fue a Uruapan para poder formarse en la preparatoria. Gracias a las casas del
estudiante, a las que ha estudiado y defendido, pudo realizar estudios
universitarios. Pensando en qué podría redituar a su población de origen,
primero inició estudios en la escuela de medicina veterinaria en la universidad
nicolaíta; pero su inquietud social lo llevó a cambiarse a los estudios
históricos. Por esa misma inquietud quiso hacer en la ciudad de México el
doctorado que ofrece el Ciesas en antropología. Juan Manuel es un hombre
rebelde, y ha tenido que sufrir embates y presiones de parte de poderes institucionales
académicos. Sin perder sus convicciones ha podido fraguar con reconocimientos
una formación de investigador. Actualmente participa en el colectivo
autogestivo y defensor de una ecología desde abajo llamado Jardines de la
Minzita en la periferia de Morelia. Prosigue desafiando los cánones dominantes
de una epistemología que ha convalidado el capitalismo. Juan Manuel ha ido
desalambrando la teoría haciendo ver que hay otros modos de saber y conocer. La
tesis que ahora recibe mención honorífica
versa sobre la Asamblea popular
de los pueblos de Oaxaca (APPO). Se trata de un estudio acucioso y original que
indaga todas las expresiones de este movimiento. Esta tesis revisa críticamente
las numerosas interpretaciones que se han hecho sobre las appos para desembocar
en una nueva manera de comprender esta realidad social. Indaga procesos de
comunalidad y autonomía desde una perspectiva de larga duración. Desentraña la
pluralidad de sujetos que participaron en el movimiento, y tiene el aporte de
hacerlo desde la perspectiva de construir la historia a partir de una
cotidianidad ubicada en su contexto
social y político. Juan Manuel muestra el despliegue del hacer y modos de
nombrar de la pluralidad de sujetos.
Basado en un sólido trabajo de campo el autor sistematiza y dilucida discursos
y prácticas desde un acercamiento crítico que señala límites, dificultades y
retos en las búsquedas de otras formas de hacer política. Aunque hay
estructuras culturales heredadas e interiorizadas, se producen rupturas. Más allá
de las estructuras dominantes surgen resistencias que las ubican y enfrentan.
Juan Manuel recalca que más que un
movimiento social hay prácticas políticas y juegos de lenguaje en
movimiento. Esta tesis no es un escrito
más sobre Oaxaca y una coyuntura, sino que realiza importantes innovaciones. Es
un espléndido ejemplo de cómo hacer otra academia.
Con estas dos tesis la cátedra no
sólo cumple con sus finalidades, sino que queda altamente honrada, por lo cual
agradezco en gran manera a los premiados.
Jorge Alonso.
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