jueves, 7 de febrero de 2013


El pasado 24 de enero nuestro amigo y compañero, Juan Manuel Salceda Olivares, mejor conocido como el chamancito recibió de La Cátedra Jorge Alonso un reconocimiento por la tesis doctoral que escribió hace un par de años. El chamancito es fundador (1994) de la Casa del Estudiante “V. I. Lenin”, de Morelia, Michoacán, colaborador del Centro de Estudios Científicos y Sociales “Rector Eli de Gortari”,  e impulsor del proyecto Multiversidad de la Vida de Michoacán. Participa en el espacio de reflexión en la acción El Espejo de la Escuela y en los talleres de compartencia que la Multiversidad referida va construyendo. Es miembro de la Comunidad/colonia Ecológica “Jardines de la Mintzita” (Morelia, Mich.) y camina firmemente hacia la desprofesionalización, negando sus títulos escolares de Licenciado y Maestro en Historia y Doctor en Antropología. Por esas y algunas razones más, queremos compartir las palabras que pronunció él y Jorge Alonso Sánchez en el acto de entrega del mencionado reconocimiento:

Buenas tardes a todos/as,

Espero no ser impertinente y/o imprudente, ustedes disculparan si lo llego a hacer.

Quiero agradecer el reconocimiento que hacen al trabajo que redactamos hace un tiempo; lo agradezco y lo celebro porque es poco común encontrar en los hombres y las mujeres de ciencia la sensibilidad y la humildad necesarias para reconocerse en y con el mundo, alejando de sus corazones la poderosa tentación y pretensión de colocarse por encima de él. Digo esto porque, en mi humilde opinión, el reconocimiento es para todos/as aquellos/as que de un modo u otro lo hicieron posible, desde Doña Luz, aquella ama de casa, quien después de haber vivido un largo espejismo modernizante de llegar a “tener dinero” y “ser alguien en la vida”, vio tocado tan hondamente su corazón por la insurrección oaxaqueña de 2006, que hoy su lucha por la vida ya no pasa por las máscaras y por la falsa promesa de que algún día será, sino por los caminos de las resistencias que se tejen y se construyen a diario, en muchos lugares del planeta; desde Itandehui, aquella maestra de piel morena y estatura baja que igualmente vio sacudida su vida por aquel terremoto social, y que desde entonces se niega a participar como “maestra” y decide andar con otras mujeres un esfuerzo de deconstrucción del ser moderno que las aprisiona y les carcome sus cuerpos, para ver nacer una Mujer Nueva; hasta aquel académico que pregona a los cuatro vientos que después del 2006 “ya no somos los mismos”, aunque sus prácticas cotidianas poco o ninguna novedad denoten; hasta aquellos que, desde alguna vanguardia, creen y siguen convencidos de que fueron los artífices de aquella insurrección y, en consecuencia, los poseedores del presente y futuro de la misma.
El reconocimiento, creo yo,  es para todos/as ellos/as, lo mismo que para todos/as aquellos/as que de otras maneras se vieron implicados/as e hicieron posible la construcción de la reflexión en cuestión. Desde Jorge Alonso y Rafael Sandoval hasta mis padres, familiares y amigos/as que de una manera u otra me constituyen como un nudo de relaciones sociales.

Desde la experiencia del Doctorado hasta la que ahora andamos en la comunidad/colonia ecológica “Jardines de la Mintzita”, en los márgenes de la ciudad de Don José Ma. Morelos y Pavón, el tema de LA CIENCIA y de los que a ella se dedican me ha hecho mucho ruido. El malestar con ella viene de mucho más atrás, no voy a platicarles la historia ahora, pero si deseo compartir que al conocer la noticia del reconocimiento a la tesis el ruido se intensificó. Todavía hace unas semanas presencié una intensa, emotiva y desbordante discusión en torno al asunto; ella la protagonizaron, por un lado un Doctor en Economía e Historia y, por el otro, un comunero p’urhepecha ex –obrero. Mientras éste último planteaba que no era válido escribir y publicar sobre los otros/as sin estar involucrado, aquel, el Doctor, sostenía que era perfectamente válido y necesario, de lo contrario nuestra civilización se vería inmersa en un lamentable estancamiento; tal situación me remontó a una confrontación similar que viví en la Escuela de Historia de la UMSNH. En aquella ocasión, y referente a mi tema de investigación, los académicos sostenían que era demeritorio y nada recomendable que alguien realizara su tesis sobre un tema en el cual estuviese involucrado. Sostenía que la distancia epistemológica era la base del conocimiento científico. Tal situación me incomodaba mucho, sin llegar aún a clarificar por qué.

Creo que allí está uno de los grandes problemas de lo que llamamos CIENCIA  y “hacer ciencia”. Podemos descalificar la postura planteada por aquel comunero p’urhépecha y calificarlo de fundamentalista y demás, pero no podemos negar que tal afirmación expresa un  malestar cada vez más extendido; una malestar que, al mismo tiempo, denuncia y encara una realidad que desde el otro lado se menosprecia o se desprecia explícitamente. LA CIENCIA y los que a ella se dedican se han separado radicalmente del mundo y le imponen a este otro mundo, uno de concreto, de peste, de devastación y de muerte; uno de jerarquías y de cosificaciones múltiples. En fin, a la gente que se ha puesto en movimiento le molesta cada vez más que los investigadores lleguen, los estudien, ¿para qué? Para que éstos, los académicos o aprendices de ese oficio, sigan gozando de sus economías de salarios, prestaciones y privilegios materiales y simbólicos, mientras a los estudiados se les niega el derecho a pensar-se y el derecho a acceder a los múltiples pensamientos de los/as otros/as; no sólo se les niega eso, también se les impone el pensamiento de esos investigadores como lo que dice “LA CIENCIA” (y lo que dicen los expertos en ella).
                                                                                                                            
Por eso felicito a la Cátedra Jorge Alonso por estas premiaciones, pues, insisto, no es al “investigador”, al menos no en mi caso, sino a los pueblos, a las comunidades, a los colectivos, a los espacios organizativos y a las personas que hicieron la posible la construcción de una reflexión, mejor dicho, una (auto) reflexión, o que al menos por esos caminos se dirige. Y, en ese sentido, me parece que es un esperanzador paso de la Cátedra, pues, según las propias palabras de Jorge Alonso, ésta se propone,
buscar las potencialidades horizontales de creación entre todos. Estamos por una ciencia que se oponga a ese asentarse y hablar desde lo alto, de dictar qué es lo que se debe decir y hacer, para bajarse a ras de suelo y deambular inquiriendo con los de abajo cómo entender y actuar un mundo incluyente que vayamos forjando día a día. De esta manera esta cátedra intenta abrirse a esas irreverentes y muy productivas formas de conocer.

Gracias.

Juan Manuel Salceda Olivares,
Chamancito

El chamancito, Jorge Alonso y Guillermo Díaz 
(La Jornada Jalisco)

Con esta premiación damos el segundo paso en los compromisos de la cátedra correspondientes a 2012. Una de las razones para impulsar esta cátedra fue precisamente reconocer una investigación indispensable, pero que, por sus características, no suele estimularse en la rutina del medio académico. Se trata de impulsar esa investigación alternativa que está indagando las resistencias al capitalismo y las búsquedas y ensayos  para configurar una sociedad cuya convivencia muestre la posibilidad de una emancipación de la explotación, la dominación, la marginación y la discriminación.  La cátedra prevé un premio. Pero el jurado, después de examinar una buena cantidad de tesis de excelente calidad, decidió otorgar un premio y además  hacer una mención honorífica.
La tesis premiada la escribió Guillermo Díaz, quien originalmente fue contador, luego se inclinó por la filosofía, después incursionó en política, planeación y gestión pública, y finalmente realizó un doctorado en ciencias sociales. En el ITESO este doctorado lleva el nombre de Estudios científico-sociales. Guillermo es profesor investigador en el Centro de Investigación y formación social de esa universidad jesuita. Ahí da clases y seminarios sobre desarrollo alternativo, economía solidaria, construcción de ciudadanía y educación popular. También participa en organizaciones civiles jaliscienses en las que pone en práctica sus conocimientos. Su tesis se encuentra en estos momentos en proceso de impresión como libro.

La tesis versó sobre las economías solidarias latinoamericanas como construcción de alternativas de resistencia y liberación desde abajo. Realizó un estudio comparado combinando casos micro y macro en México, Argentina, Brasil y Bolivia en la última década del siglo XX y la primera del XXI. Destaca lo germinal de una economía realizable que se encuentra dentro de una dinámica global y que se va construyendo desde abajo. Constata cómo existen diversas experiencias que, impulsadas por la búsqueda de una economía solidaria, se constituyen en formas de resistencia, liberación y alternativas para trabajadores, campesinos, pobladores e indígenas. Estos colectivos van creando una economía que se aleja de las reglas de la ganancia y se acercan a las necesidades y valores humanos. Esta investigación realizó la comparación de tres casos: tres mexicanos (uno indígena en Oaxaca, uno campesino en Querétaro y otro de trabajadores con autogestión en Jalisco) y tres sudamericanos (uno indígena en Bolivia, uno campesino en Brasil y otro de trabajadores con autogestión en Argentina). Realizó un recorrido ida y vuelta entre lo micro y lo macro. Para esto último vio las tendencias solidarias en la región latinoamericana. Descubrió una economía embrionaria, incursionó en la significación de la solidaridad, y hurgó las relaciones de género en este tipo de economía donde el papel de las mujeres es fundamental. Descubrió algo que apenas inicia, y por lo tanto vio que no se trataba de experiencias perfectas libres de limitaciones. Adentrándose en sus virtudes y contradicciones, encontró ensayos que se desarrollan caóticamente, con ambigüedades, pero con elementos opuestos  a lo inhumano y depredador de la lógica capitalista.  Es encomiable el tratamiento complejo que realiza el autor lo cual le permite detectar que no hay una, sino muchas economías solidarias donde la economía entra en un proceso de ser domada  por medio de dinámicas no capitalistas.

La tesis con mención honorífica la escribió Juan Manuel Salceda cuyo perfil vital es paradigmáticamente alternativo. La primaria la estudió en el poblado michoacano Los Hucuares donde también hizo la telesecundaria. Se fue a Uruapan para poder formarse en  la preparatoria. Gracias a las casas del estudiante, a las que ha estudiado y defendido, pudo realizar estudios universitarios. Pensando en qué podría redituar a su población de origen, primero inició estudios en la escuela de medicina veterinaria en la universidad nicolaíta; pero su inquietud social lo llevó a cambiarse a los estudios históricos. Por esa misma inquietud quiso hacer en la ciudad de México el doctorado que ofrece el Ciesas en antropología. Juan Manuel es un hombre rebelde, y ha tenido que sufrir embates y presiones de parte de poderes institucionales académicos. Sin perder sus convicciones ha podido fraguar con reconocimientos una formación de investigador. Actualmente participa en el colectivo autogestivo y defensor de una ecología desde abajo llamado Jardines de la Minzita en la periferia de Morelia. Prosigue desafiando los cánones dominantes de una epistemología que ha convalidado el capitalismo. Juan Manuel ha ido desalambrando la teoría haciendo ver que hay otros modos de saber y conocer. La tesis que ahora recibe mención honorífica  versa  sobre la Asamblea popular de los pueblos de Oaxaca (APPO). Se trata de un estudio acucioso y original que indaga todas las expresiones de este movimiento. Esta tesis revisa críticamente las numerosas interpretaciones que se han hecho sobre las appos para desembocar en una nueva manera de comprender esta realidad social. Indaga procesos de comunalidad y autonomía desde una perspectiva de larga duración. Desentraña la pluralidad de sujetos que participaron en el movimiento, y tiene el aporte de hacerlo desde la perspectiva de construir la historia a partir de una cotidianidad  ubicada en su contexto social y político. Juan Manuel muestra el despliegue del hacer y modos de nombrar de la pluralidad de  sujetos. Basado en un sólido trabajo de campo el autor sistematiza y dilucida discursos y prácticas desde un acercamiento crítico que señala límites, dificultades y retos en las búsquedas de otras formas de hacer política. Aunque hay estructuras culturales heredadas e interiorizadas, se producen rupturas. Más allá de las estructuras dominantes surgen resistencias que las ubican y enfrentan. Juan Manuel recalca que más que un  movimiento social hay prácticas políticas y juegos de lenguaje en movimiento.  Esta tesis no es un escrito más sobre Oaxaca y una coyuntura, sino que realiza importantes innovaciones. Es un espléndido ejemplo de cómo hacer otra academia. 

Con estas dos tesis la cátedra no sólo cumple con sus finalidades, sino que queda altamente honrada, por lo cual agradezco en gran manera a los premiados.

Jorge Alonso.